¿Bienvenido a Zombieland? Si...Claro (Libre)

El viento hacia ondear mi chaqueta de manera azarosa, pero de alguna forma se sentía muy bien. Como si acariciara mi cuerpo una mano fresca y revitalizadora. Lastima que el sol estaba bastante fuerte. *Dios… me hace falta una buena ducha fría*. Me puse de pie, el cuerpo me pesaba. Estaba muy cansado de caminar. *Justo ayer se tenia que averiar la motocicleta*. Suspire profundamente, vaciando totalmente el aire de mis pulmones, y remprendí la caminata por el centro de aquella “desértica” ciudad. Desde mi llegada no había visto más que escombros, ruinas, y un lobo. Mirándolo bien, es decir desde otro punto de vista, en aquel momento me sentía como un lobo solitario. Eso no estaba bien, lo lobos van en grupos, en jaurías, ¿por qué yo estaba solo?

No recordaba nada anterior al accidente, y no me refiero al de los Zombies. El ómnibus en el que viajaba sin razón aparente comenzó a dar tumbo tras tumbo sobre una carretera recientemente repavimentada. Las líneas blancas aun estaban muy claras y definidas. Aun siento la sensación de ingravidez producto de la fuerza centrifuga. *¿Quién soy?*

Me detuve en frente a un gran edificio, tenía al menos 3 ó 4 pisos de alto. No estaba en muy buena forma, pero que lo estaba ahora. Con cuidado tome mi rifle de asalto, escuche los chasquidos metálicos cuando jale de percutor para saber si tenía municiones. Al menos 26 balas dentro de la cacerina y una dentro de la recamara. No quedaba otra que entrar al edificio.

A medida que me acercaba a la construcción, note un cartel, algo dañado y corroído, colgando en una de las paredes.* ¿Jupi…ter Hotel? ¿Qué clase de nombre es ese para un hotel?*. La puerta principal estaba entornada, introduje el fusil por aquella pequeña abertura y abrí lentamente la puerta de madera mohosa. Aquello era lo que alguna vez fue una recepción y un lobby, aun se podía apreciar manchas de sangre secas en el piso y las paredes, las ultimas voluntades de personas que alguna vez se quedaron o trabajaron aquí justo cuando ocurrió el desastre. Aquel lugar me producía nauseas.

Subí por las escaleras, sorteando muebles que yacían en los escalones. Al final de estas había un espejo salpicado por pequeñas gotas de sangre, acerque mi rostro para poder verme. Vi a un joven adulto, con una expresión sombría y deprimente. *¿Quién soy?*. Continúe subiendo las escaleras hasta llegar al uno de los pisos más altos del hotel. La primera puerta que se mostro ante mi era la de la habitación numero 43. Cuidadosamente gire la perilla de la puerta. Produjo un leve chirrido debido a la falta de lubricante en las juntas. La habitación no tenía más de 3 metros cuadrados, pero era suficiente para pasar la noche. *Debe ser mi día de suerte, dejaron la cama hecha*. Comencé a reír solo en aquel lugar. Desde hacia un tiempo, yo me había convertido en mi único amigo, debía mantenerme relajado o perdería la poca cordura que quedaba en este lugar. “Disfrutar de las pequeñas cosas”, la regla numero 32 de aquel chico, Columbus.

Deje mi mochila en un rincón y me senté en el marco de la ventana, si bien no era muy alto, caer desde allí no debe ser muy agradable, de todas formas es una excelente vía de escape. Regrese por mi mochila y tome la soga. La ate al radiador que en teoría calefaccionaba la habitación y la lanza por la ventana. *Listo, con eso debería bastar*. Me recosté en la cama, no era muy cómoda y estaba polvorienta, no pude evitar toser un poco. Pero al menos cumpliría su función y descansaría unas horas antes de partir y tal vez luego podría darme una ducha.

-Hay demasiado silencio-
Me digo a mi misma mientras corro hacia el ruinoso hotel.
No me gusta pasar la noche fuera del campamento de supervivientes pero no tenía otra opción. El campamento quedaba muy lejos y, por mucho que yo fuese bastante buena disparando no podía ver en la oscuridad lo que: 1- Me convertía en un blanco fácil. 2- Haría que no pudiese defenderme como es debido y 3-Me haría desperdiciar muchas balas.

Así que tomo el camino fácil: Entro en el hotel y comienzo a registrar las habitaciones una por una. No quiero sorpresitas después.
-Parece que estoy de suerte.-
Me digo al encontrar varias piezas de comida aun comestible que desaparecen en el interior de mi mochila.
Aparentemente hablar solo es la única manera de mantener la cordura en un sitio como este.
Subo las escaleras, siguiendo con mi registro. No parece haber ningún rastro de un zombie, si así fuera mi olfato me advertiría antes.

Llego al final del pasillo y fijo mi vista en un espejo salpicado de sangre que me devuelve una imagen terrorífica de mi misma: Más pálida y delgada que de costumbre, con la ropa sucia y rasgada. Unas sombra oscura empieza a aparecer bajo mis ojos delatando mi cansancio.
Sacudo la cabeza para apartar esos pensamientos de mi y continuo avanzando hasta la última habitación que me queda por registrar: la habitación numero 43.
Giro la perilla con suavidad y me deslizo dentro.

Reprimo un grito de sorpresa.
Parece que la habitación ya esta ocupada.
Apunto con mi pistola al pecho del individuo pero la bajo enseguida porque: A-Los zombies no descansan en una cama, solo se arrastran haciendo ugh! agh! B- Los zombies no son lo suficientemente listos para abrir una puerta y volverla a cerrar, simplemente se estamparían una y otra vez contra ella hasta que cediera. y C-Este chico estaba demasiado bien físicamente para ser un zombie.

Solo podía ser una cosa: Un Superviviente. Y eso lo convertía automáticamente en un posible aliado.
Me fijo en su placa de identificación militar. Solo un soldado llevaría una de esas, ademas su rifle de asalto...
Opto por la forma mas efectiva de presentación:
-Soy Basilisa Kane, capitana de ejercito de tierra de Estados Unidos.-

Talle mis ojos un poco para poder enfocar la vista. ¿Y qué es lo primero que veo? Una pistola en la mano de una persona. Aun estaba un tanto somnoliento, lo suficiente para que lo único que pensase fuera: “Que carajo”. Pestañe reiteradas veces y alce la vista. Frente a mi estaba parada una joven, bastante atractiva de cabellos rubios y ojos claros. Ella se introdujo como una militar, del ejercito de los Estados Unidos. Eso explicaba el arma y su forma de vestir.

– Oye… no estoy tan demacrado para que me confundas con un Zombie, ¿sabes? – Respondí en tono de broma mientras alternaba la vista entre su rostro y el arma que ella sostenía en su mano. Hice unos movimientos de hombros debido a que los tenia entumecidos, al final la cama era un poco incomoda. – ¿Cuánto tiempo habré dormido? – pregunte a mi mismo, porque realmente sentía que había dormido por tan solo 15 minutos. – Emm…Por cierto, Soy James. – Me introduje mientras le tome la mano libre y simule un apretón de manos.

Me incorpore con algo de pesadez en el cuerpo, no tenia solo los hombres entumecidos, mi cuerpo gritaba por unos masajes relajantes. Mientras caminaba hacia mi mochila realice unos estiramiento con brazos y espalda. – Wow, desde hace dos semanas y media que no me encontraba con otra persona – sonreí un poco y abrí mi mochila – por un momento pensé que todo había acabado –. Tome del bolso una botella de Gatorade sabor naranja y unas patatas fritas Lays. Regrese a la cama y tome asiento, la botella produjo una serie de ruiditos mientras desenroscaba la tapa naranja de plástico. – Siéntate, se siente raro que yo me mueva como en casa y tu te quedes allí parada –. “ordene” amablemente a mi invitada mientras abría el paquete de snacks. – Toma alguna si gustas –.

Mire fijamente a la chica al rostro, tenia tantas preguntas que hacerle y suponía que ella también. Recordé mi encuentro con un grupo de sobrevivientes de Texas dentro de una estación de servicios a las afueras de Dallas. Ellos eran 5, de los cuales solo el más pequeño no estaba armado. El encuentro fue algo extraño ya que yo bajaba del tejado de la estación por una de las escaleras laterales y ellos pasaban justo por debajo. Lo extraño fue que tan pronto como me vieron, una muchacha de aproximadamente dieciséis años corrió a abrazarme. Me hacia preguntas si había visto a su hermana mas pequeña, quien era. Básicamente me sometió a un interrogatorio exprés y luego se fueron con mi mochila, dejándome sin comida.

Recordar aquello me hizo dudar un poco de la chica que me hacia compañía, repase con la vista el lugar para tener en mente donde estaba mi fusil y disimuladamente me eche sobre mi lado derecho para saber si aun tenia mi pistola en la funda. – ¿De donde vienes? Y no me refiero a tu lugar de nacimiento, vas muy poco apertrechada para ser una errante como yo –. pregunte inquisitivo y bruscamente, tanto así que mi semblante cambio. No confiaba del todo en ella, pero dentro mio tenia la esperanza de encontrar a alguien que me ayudara a recordar mi pasado, a un amigo. Aunque tenia que esconder bajo la desconfianza hacia el prójimo aquel deseo de encontrar a un aliado en este mundo tan hostil. No era raro que entre sobrevivientes se ataquen y roben, a pesar de que la verdadera amenaza eran los muertos vivientes come carne, o Zombies, que gobernaban las calles de la cuidad.